martes, 31 de diciembre de 2013

...por cantar.



 (relato breve, muy breve)
Dejas de escribir. Amanece y un suspiro de viento sacude los cortinados del ventanal. Olores. El albor tiñe el prado, la campiña. Sin color, movimientos, rumores, balidos, ladridos. Sin voces de pastores, sin rebaños. Caos del final.  
Miras cansado por tanta deshora la hoja, donde se seca la tinta del ritual de tu última canción. En ella el tiempo corre cifrado, en alguna de sus letras, pero se esconde de ti.
Sales de tu habitación. Transitas la media mañana hacia  la cocina. Ningún movimiento de sirvientes. Solo el ahora silbido del viento. Ladridos lejanos. Jauría de perros atacando, los imaginas desgarrando carne viva.
Encontrás un morral de pastor colgando al lado de la puerta del establo. Hurgas en su interior y le disputas a unas cucarachas un pedazo de pan. Ácido hambre.
El mediodía te encuentra caminando hacia Florencia. Un sembradío de maíz abandonado. Te acercas y tomas unas mazorcas que comenzás a comer. A tu alrededor, un mundo derrumbado te hace sentir libre de deuda, aunque no de dudas. Tu paso es más aliviado.
En el atardecer llegas a los primeros caserones antes de tu Florencia que hoy parece tan distinta. Las basuras, los cuerpos insepultos. Recuerdas la conversación de borrachos donde escuchaste lo del paso del velo de la muerte proveniente de oriente como castigo divino, cabalgando con la crueldad de lo que no atiende ni se detiene en ceremonias de conjuros, sortilegios ni rogativas, arrasando. Simplemente arrasando.
La muerte ante los ojos. Marcas debajo de axilas, en ingles, prolongación en la piel en manto negro que al tercer día se cierra en agonía, rompiendo la monotonía del hastío devenido estío. Cuerpos que supiste amar.
Anochece y entras a Florencia. Vestido tu rostro con lágrimas. Cantando las estrofas de tu última canción, cuyo mensaje cifrado ya no intentas develar. Eres solo instrumento.
Quedas en el centro de la plaza. Comienzas tu canto en las esquinas, los empedrados. Ya, en las ventanas se asoman cortinas agitadas por el viento. Saludan tu entrada, mientras rostros parecen exhalar aliento cálido por primera vez.
Algunas figuras completas aparecen en las veredas. Como queriendo acercarse a ti, pero solo quedan escuchando tu canto. Algunos se sientan. Todos con su rostro cubierto, sus cuerpos se agitan, como si un sentimiento ajeno quisiera habitarlos.
Cae la noche. Ya no sientes hambre ni desamor.
Escuchan tu canto.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Transformación.



Fue solo levantar en mirada la vida. Asomo rasgado mi vientre en suspiro de alas haciendo caricias, con manos de pura ansia, aprehendiendo libre albedrio y vertiendo diáfana, una madrugada sorprendida. Quedo atrapado en el abrir de ojos nuevos que me abarcan, en sol con pupilas de transcurrir. Al fin me sueñas y me veo soñado. Por primera vez me remonto y te alcanzo, dándote cuenta de mí.

Mi abrazo nuevo, estrenando no ya mimos zigzagueantes en la cornisa de humores revelados y mis entrañas desdibujadas que son recuerdo. Me alzo testigo silencioso del trasfondo lapidario y orgiástico, de una captura compleja de masas gelatinosas interiores, de tensiones en ruptura dando y donando forma a mi ventura. Piernas nuevas, develando la posibilidad de caminos. Sobrevuela contigo celosía de destino, abierta a carnaciones mendicantes. Me retuerce una vez más esto, que ya sé transformación.

Duele. Como nunca el dolor, aquí. Aires diáfanos llenan nuevos pulmones y del ahogo pasa a la niebla de adoquines mojados sobre basuras itinerantes, que hoy dejaron de ser mi alimento. Pierdo y encuentro, recostado en tu regazo, mi incertidumbre. La tomo y me hallo fuera de tu suerte. Que te veo en melodía que escucho, mientras me dices que una agonía monótona y silenciosa vale por lo que fui, la nueva vida que me habita. 

Me tomas amorosamente entre la vigilia y el ensueño, para no perderme en mis primeros pasos. Estoy caminando mi propia suerte.

(mi último trabajo del año
en el taller "El gallo rojo" del
Prof. Adrián Cabral) 

viernes, 25 de octubre de 2013

Palabra

Arte que hace, no reclama
sufrido sin sueño, resuello de palabra.

Sentido. No camino.
Sentidos de la nada al azar.

Recoger restos desahogados.
Pasiones estériles. 
Acrisolar.

Aire devenido perfume viejo
tierra mojada de estío.

Restos
bajo uñas de niño sido,
juego
barro modelando nostalgia.

Buscar testimonio de palabra
aliento cálido de mañana
mandarina enigma en desatino.

Romper claroscuros
crisol origen 
tiempo en oficio de encontrar.

Encontrarme, encontrarte
mirada de orilla diáfana 
alcanzando inmortalidades.

Finitud de la sencilla palabra
capaz de perdurar un nosotros.

jueves, 10 de octubre de 2013

mundo.

Te vi,
no te vi.

Un juego sonso
del que depende,
apenas,
la existencia de este mundo.

suelto. Escuché suelto...

Recupero fines dejados
en bordes de dejadez.

Frío toca mis labios.
Alcanza el borde.
Mi estómago,
espantado de vómito contenible.

¿Expulsarlo?

Estúpido,
masticar ardor de lo expulso,
pretender como si nada pasase
que se trata de alimento.

Burla insomne,
torpe y agresiva.

Garete de estiércol...
mejor, mierda.
No pretendo quedar bien con nadie,
menos conmigo mismo.

Suelto. Escuché suelto...
mentía
atrapado sin extender la mano...

miércoles, 14 de agosto de 2013

fragmento esquirlado.

"...  historia de cobardías propias, colectivas... de egosimos cuasi-colectivos... la era de la mediocridad, de la des-gratitud ... la bestia había dado el mazaso sobre las conciencias y ellas respondieron a su voluntad, haciéndola propia..."

martes, 13 de agosto de 2013

murmullo.

Cielo preñado
apenas advertí lo extraño
puso rojo el  suspiro
abriendo cuerpos
pariendo noches de presente

.

martes, 6 de agosto de 2013

así...

... lloro por Hiroshima.

Mojo en lágrimas Nagasaki por mi...


nube ahogada expande 
hacia afuera toda conciencia
despojos desde entonces...

martes, 16 de julio de 2013

R.

puedo recordar.
puedo reconstruir los textos que fueron alborotados en aquel arrebato sin sentido ni propósito.
sin refugio para la incertidumbre fingida que domina, que transforma en espanto, la primer ingenuidad.
esa que se fue a la mierda.

puedo recordar.
la criticada caricia audaz, deshinibida, la que reconforta.
la que masturba soledad.
queda la cadena rota que sujeta coherencia, cuya necesidad decretó un criterio de destino dado.
no me importa esa idea.
es dura, lastima.
siempre matuvo atada, sujetada la voluntad de dejarse llevar.

puedo recordar.
a pesar de mi y de las palabras que aun se me atragantan.
llego como la brisa y embadurno los cansados destellos de una predicción.

puedo recordar.

viernes, 28 de junio de 2013

y.

... y abolí la abulia,
              atrapado,
                      como estaba en tu razón.
                                                           :
                                                           :

viernes, 7 de junio de 2013

d.

Descubrír la primera luz a través de la persiana. 
Me tocó... una sola vez... 
Le esquive mi suspiro que ahogué en la almohada, 
por la rutina que no termino de modelar.

domingo, 2 de junio de 2013

v.

¿y vos, vas a venir?
Mirándome a los ojos fue desnudándome en pregunta
Aliento acariciado y recorrido de piel,
suavemente,
hasta estremecerse en mi sexo
Dejé de ser fantasma, entonces
Me habité en apenas susurro,
tan inaudible que me perdió

y vos ¿ vas a venir?

jueves, 30 de mayo de 2013

Por vos, tu voz.

(a Mónica Fazzini,
por la  presentación de su libro
"El insisght del diablo")

Desmentida. Tu voz te des-miente.
Esa con la que lanzas sentidos desde tu alma ¿Los escuchas?
Apenas respiras palabras,
una a una y cada una, con contundencia,
no refiere lo manso de tu mirada habitual.
Contundencia y caricia.
Transformación en fantástica sucesión de letras.
Tus argumentos. Tus desafíos, me con-mueven.
Sorpresa.
El encanto del diluirse uno en juegos y reacomodarse
en creencias, en sensaciones, en exploración,
donde  sacudís a los vivos, vos
para perseguir juntos en gorriones de juego,
la trama, con drama y risa no fácil.
Tiempos.
No se diluyen en tu timidez. Van creciendo, elevándose,
necesidad del rebote de presencia, en brotes de afecto.
Maravillas.
Tu voz te des-cribe y sale de tu piel, haciendo de las esquinas encuentros,
que exploran y hacen más allá de vos.
Tanto,
que te envuelven en el goce de gozar,
se siente, lo siento,
en creación de un universo chiquito que se expande.
Espacios.
Dibujos de paredes, de calles,
de miradas, de canciones, de voces.
Preguntas. Palabras que vivifican.
Sigo acariciando el blanco y el derramado en letras
que contiene tu creación.
Hermoso momento de canto y ahora que solo,
me entrego a la evocación de un buen momento en mi vida,
me llega todavía, por vos tu voz.

jueves, 16 de mayo de 2013

Hojas amarillentas.

La situación lo encontró a Germán atravesando una mañana fresca, luego de una noche confusa de desvelo. De tanto encuentro ambiguo y de despedida definitiva. Es lo que puedo recordar que me dijo hace tanto tiempo, y que no se por qué extraña razón vengo a evocar hoy. Se que escribió una carta con todo ese rollo, pues


Una brisa que venía del río, le hizo sentir babeado el rostro mal afeitado. Los cabellos  revueltos, daban cuenta del prolongado tiempo que llevaba sentado en ese banco del Parque Lezama. Con el cuerpo contracturado por una espera infinita se dejó estar, intentando pensar luego del torbellino.
Miró sus manos, extrañas de sí. ¿Serían capaz de escribir? Intentó garabatear unas palabras con la birome en la libreta apoyada sobre su rodilla. Palabras… Se le ocurrió Una carta, recordando a Jaques Prevert. ¡Palabras!
En el bar de la esquina de Brasil y Defensa, pudo desayunar un café con leche y medialunas de grasa. Se resistía. Le costaba tragar. Quería sentir algo distinto. Sufrir algún dolor físico, tal vez. Pero no en el alma ya. Ahí, dentro del pecho.
Las emociones agobian. Ayer con Claudia se le escabulleron ridículas lágrimas. No las pudo contener. Se escaparon regando el pedregullo. Aquellas que se le quedaron adentro, atragantadas y entreveradas con las palabras que no dijo, eran las que como espinas lo pinchaban. Lo que calló. Lo que hizo más humillante lo ridículo. Quería escribirlo escribéndose.
Corre la taza donde tomó el café con leche, con miguitas de medialuna que quedaron al mojarla. No querer olvidar el “... ya no te quiero más”, anotó que le dijo Claudia. Y era simple.
Leía cada letra de la oración. Una a una. Se daba cuenta ahora, cuando había quedado solo luego que ella se fuera a las 3 de la madrugada. Se llevó todo. Y comenzó a sentir que se escribía a sí mismo.
El amor que dijimos haber sentido,
el que simplemente se escurre ahora de entre los dedos y se va desdibujando.
Quedan testimonios en apenas jeroglíficos,
que ni siquiera se pueden ahora descifrar. Escribo
Sentir que lo que se siente se agiganta en uno,
silbando una canción inventada que rescata del desamor.
Las piernas tiemblan. A veces la letra se pierde en la carne y deja una marca azul. Insistentemente.
Tortura personal del des-amor que hace preguntarse y preguntar:
¿dejará de existir lo que se siente del mismo modo que ya no está lo amado como sentimiento diluido en un presente en el que ella ya no está,
aunque tenga un pálido remedo de su aroma entre mis dedos y su sabor en mis labios?

Así, de un saque. De un tirón. Recobrar el aliento y dejar que te arrastre la letra, la palabra.
Se diluye en las manos como agua incontenible
y los hilos oscuros cobran la forma de pasión. Queda allí escondida.
La fortaleza une las letras. Forman palabras.
Con una melodía silbada inventan la canción del des-amor, en la monotonía estúpida que se debate entre el ser y el no-ser,
enigma de la pálida anemia del desafecto, de la indiferencia.
Deja de escribir y se entrega a una caminata por las calles.
Siente como nunca que las calles de Buenos Aires son solitarias los domingos. De  sueños trasnochados y casi borrachos de anhelos. Construcción de realidades posibles que terminan muchas veces en un viejo bar y en el dibujo en soledad de un sol entre cenizas.
En Buenos Aires se incineraba la basura. Como los sueños de las gentes.
La imagen de la alegría en una primavera anhelada como la mejor, donde besar a Claudia hacía despertar los mejores poemas de amor para gozar de los labios en beso. Los primeros besos. El primer amor. Los primeros amores. Volver a escribir.
Recordar de forma flexible y mágica, de cómo el gorrión arrebató juguetonamente la hilacha de un costado de su alma, luego de ganarles la guerra a las mugrientas palomas.
Seguir dibujando derroteros de palabras, guiado por lo que se iba encontrado, dando cuenta con filigranas primorosas y prolíficas de letras, para volver con la mirada perdida de nuevo al Parque Lezama, donde el verde y el marrón viene reventando en gamas posibles de ser en la mañana.
Escribir al fin en el fin:
“… y te estás yendo amor.
Queda poco lugar donde poder dibujarte, hacerte desnuda.
Me suena indecente hoy.
Me consuelo con que soy el único que te ve y me voy en tanto amor.
Van diluyéndose mis pies que también te amaron y que siguen negándose a llevarme de aquí.
Están cansados.
Ya no te quieren ni encontrar.
¡cuanto es tanto lo que te han buscado!
Retener el aire en los pulmones es casi metafísico.
Se condensan y contienen las humedades en una pretendida tristeza que se disuelve. Ya están hartos del des-amor.
Se van diluyendo también estas viejas y lacerantes ansias,
en un surco negro de palabras,
letras que en arabesco pretenden lograr un sentido y me dibujan.
La garganta ahoga sonidos, sin fuerzas solo apenas para ternura. Rescatar en caricias todo esto y antes del punto final, dejar todo en carta de amor. Decir adiós, hasta siempre. Beso. Punto final. Soy tu palabra al fin”.

Prolijamente doblada y guardada, como al descuido, quedó en un libro de la biblioteca pública elegido al azar, con el pretexto de que también fuera olvidada.
Paso el tiempo y el bibliotecario pudo encontrar al fin el libro extraviado. Escondido se diría. “Palabras”, de J. Prevert, dijo sonriendo y felicitándose por el hallazgo. Había encontrado un libro perdido que ya no lo era, aunque sí un par de hojas amarillentas. 

martes, 7 de mayo de 2013

amar...


Recuerdo el día en que me di cuenta de lo distinto que iba a ser mi vida en adelante. Miraba por la ventana de la cocina del departamento desde un décimo piso, como iba perdiendo nitidez la línea del horizonte.
Al principio imperceptible, la firme línea que separaba la tierra y los edificios allá a lo lejos, del luminoso amanecer rojizo que marcaba el límite del cielo y sus nubes ensangrentadas, se fue desdibujando, agrandando día a día.
de Samuel Cane (pintura curativa)
Algunos dijeron que desde que se escuchó  un extraño ruido en todo el planeta... tal vez en el universo todo, también... se me ocurre hoy. Un ruido de desgarro. Desde ese entonces la franja se iba ampliado día a día, como tragándose lo posible para dar lugar a lo indefinido. Al menos para mí y para aquellos con los que me atreví a comentar la cuestión.
Una nueva forma del pánico nos invadía: no había lugar a donde ir y ya nadie podía darse cuenta de que estábamos idos, entregados. No había espacio para el eco de nuestros lamentos. No había un otro.
Solo yo puedo ver mi transparencia. Solo yo puedo ver hoy la lividez de mi caricia a una nueva nada... Hoy miro no por una ventana, sino desde mi alma y con ganas enormes de beber de tus manos...