Él me decía:
Desgranarme sin desgarro,
Sin acuciarme que me comprendan,
Sorprendiéndome todos en la soberbia
De la intención
Que primero siquiera lo entienda yo.
Mientras, me decían sus gestos:
Te mutilo y extirpo la indecencia
En lágrimas de espontaneidad condicionada que no me conmueven.
Viento fresco; la discusión
Telaraña de un discurso que suena incomprensible
Viejo conocido en el sótano de lo siniestro
que construyó casas sin ventanas para mirar.
que construyó casas sin ventanas para mirar.
Le decía,
¡Abrí los ojos, no tuyos solamente! ¡Condenate!
Transfigurado y a propósito le surge siempre esa excusa,
A cada paso tus suspiros fingidos,
Son manotazos no de víctima sino de victimario…
Que presume de ahogado,
Y no haces más que ahogarte mordiendo tu propia lengua.