Recuerdo el
día en que me di cuenta de lo distinto que iba a ser mi vida en adelante.
Miraba por la ventana de la cocina del departamento desde un décimo piso, como
iba perdiendo nitidez la línea del horizonte.
Al principio
imperceptible, la firme línea
que separaba la tierra y los edificios allá a lo lejos, del luminoso amanecer
rojizo que marcaba el límite del cielo y sus nubes ensangrentadas, se fue
desdibujando, agrandando día a día.
de Samuel Cane (pintura curativa) |
Una nueva
forma del pánico nos invadía: no había lugar a donde ir y ya nadie podía darse
cuenta de que estábamos idos, entregados. No había espacio para el eco de
nuestros lamentos. No había un otro.
Solo yo puedo
ver mi transparencia. Solo yo puedo ver hoy la lividez de mi caricia a una
nueva nada... Hoy miro no por una ventana, sino desde mi alma y con ganas
enormes de beber de tus manos...
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