martes, 31 de diciembre de 2024

Tierra...

Que descuido el mío. Hace tiempo me desgrano. Pierdo consistencia y como en lágrimas se diluye mi memoria.

Vago recuerdo de formas y sustancias se apoyaban en mí, como caricias y elementos penetrantes en gozo de existencia.

Pienso lo que puedo concebir y creo recuerdos de deseos.

Me reparto en restos de piedras, cuyo destino parecen ser el sentido de granos de arena, embebidos en el color del tiempo.

Un color raro que cambia su tonalidad, su brillo en galimatías que sorprende gratamente y entretiene mi soledad.

La lucidez alcanza una que otra certidumbre, aun en el engaño y sin pena. Algo se ha roto.

Amalgama perfilada en víctima y testigo de cómo se apagó el fuego y se escapó el agua, jugando a las escondidas en amaneceres como besos húmedos de rocío. Me agradan esos recuerdos.

Soy marca planetaria en universo de mirada indiferente. Se socorren estrellas pequeñas de tan lejanas. Pero no engañarse. Son inmensas.

Estallan en colores como de alegría. Brillan sobre manto oscuro dando vida en sus formas e intuyo allí mi destino.

El aire cósmico resopla y acaricia mis mejillas en un adiós que me hace pervivir, aun con mi núcleo apagado que hasta en un ayer me hizo girar en tierra enamorada.

No ser que fuimos. Convertidos por el pensamiento hacedor en sustancia. Ser un somos de ecos virtuosos, rebeldes y dichosos, abarcando la sombra por el solo hecho de estar en la idea.

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