martes, 27 de octubre de 2009

Pucha que pasaron los días...!!

Un cuento en el atardecer de octubre (o buscando a Chichin).

Pasaron varios días. Como que me pasaron también muchas cosas... Mejor, una sola. Días intensos de mismidad... Meterme dentro mío para poder responder y responderme. ¡Como pude! Tal vez demasiada lágrima. Llanto, pero no letanía. Eso era antes, allá casi varios años de a diez.

Recuperar recuerdos, remembranzas que relegué. Alguna vez lo hice, parcialmente con algunos aspectos de vida; de mi vida en mi niñez, pero como que siempre me ha faltado la mirada sentida en general, aquella que englobara "toda" mi vida. Sin recortar y sin desperdicio,que me hiciera sentir que valía la pena haberla vivido.

La clave estaría, esta en mi relación con mis hijos y en qué sería capaz yo de hacer para estar, para acompañarlos en su crecimiento, paradójicamente empujando mi propio crecimiento.

Los fueguitos en la infancia mía, esas fogatitas con ramas secas de eucaliptos para ensayar juegos de siesta. Primaveras y veranos con insistentes chicharras que alborotaban el día, la pileta del recreo de la obra social cerca. Grande, todo muy grande en mi recuerdo y pequeño en el último encuentro e intento pro recuperar la sensación linda, agradable que viví de niño. Creo que la pude percibir y guardar en mi interior, pero en ese momento no le pude dar sentido. Estoy intentando ahora que se me viene la aurora.

Me gustaría hoy ir con mi amor y mostrarle esos lugares en donde en el tiempo tejí y dibujé paraísos y vivencias ¡qué fueron buenas! ¡fueron buenas y lo recuerdo!, pero ¿que pasó que todo fue luego teñido por el dolor y la tristeza?

Buscando a Chichín, el negrito divino amigo del alma e hijo de la gran puta que me verdugueaba pero que lo quería pues estaba siempre allí, para jugar, para joder. Con él aprendí el sabor de piñas bien dadas... También de juegos...

Fueguitos. Ramitas secas. Crepitar y ese olorcito que perfumaba tanta de naturaleza digna de ser vivida. Juegos de tesoros escondidos y de mapas de dignidad vivida. Juegos en compañía, solitarios; las invenciones y la manufactura incentivadora de la creatividad. Pero pronto la vergüenza. El agobio de la violencia y la agresión. No saber responder. El no poder sacar no se que cosa de adentro por temor a desequilibrar el universo. Cosas de chicos...

La fogata de todo eso,
que consuma en un para siempre
permanentemente pensamientos
que alimentan la vertiente
sin descanso
sin vertigo
la apacible conciliación con tu mirada.

Que ya no persigue
que ya no quema
que solo sirve para
fundirnos en un abrazo de pibes
y llorar sonriendo, Chichín,
por un encuentro de tanto tiempo.

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